domingo, noviembre 11, 2007

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La noticia cayó como agua fría. Y cayó de golpe, como si fuera un puñetazo muy centrado. No salieron lágrimas, ninguna, a lo mejor, aunque ya haya firmado de recibido, mi cerebro tiene aún esa noticia bloqueada justamente antes de que llegue a mi lado izquierdo y quiera saltar por una ventana, o simplemente la factura no fue tan cara como pensé.

Cerre los ojos y ví una imagen futurista de mí. Sentí que entraba a mi casa, corriendo como siempre (como lo hago ahora para ir al baño), pero entraba precisamente a darle un beso, a ella, que me estaba esperando ya, con una sonrisa, una linda sonrisa (aunque parezca de caballo) mirandome a los ojos y ese amor que irradiaba, vaya una escena felíz, luego nos sentamos en el sillón y vimos televisión, toda la programación que ella quizo, yo simplemente disfruté el tenerla entre mis brazos, olerla y besarle la cabeza. Hasta quedar dormido. Aunque pareciera excelente, no lo era, pero me bastaba con quedarme dormido a su lado.

Cuando los abrí seguía en el futuro, pero tenía 30 años, empresario prominente con dos maestrías, una excelente casa muy tecnológica y una larga lista de teléfonos de bellas mujeres en un celular de última generación, mi cuerpo era muy diferente y yo tenía una excelente vida.

Cualquiera de los dos casos me resulta interesante para mí, esas son las dos opciones que tengo en este momento y este es el punto de mi vida de donde alcanzaré alguno de esos caminos, el único detalle es que no soy yo quién tiene esa desición en las manos.

Fin.

Ella dijo: Punto y aparte.