lunes, diciembre 11, 2006

Cagón

Muchas personas me preguntan ¿porqué no cago en los baños públicos? Y es que esto es derivación de un trauma que tuve cuando era pequeño, como pie pequeño.

Siempre fuí (hasta la fecha) intolerante a la lactosa, y no sé porque rejijuela verga mis jefes no se dieron color. En el momento que lo supé decidí dejar de crecer 10 centimetros por año debido a la futura ausencia del chocomilk, que sentir que alien y depredador peleaban en mi estómago VS el mountruo de la laguna verde.

Mi humillación siempre fué porque nunca pude tener la aceptación de mi padre al momento de ir a comer a un "restaurant". Siempre y como bien amado hijo único, se preocuparon por mí y eso incluía la alimentación, por ende todos los domingos, sábados o el día que se les antojara la reverenda gana, me llevana a comer al VIPS, Sanborns y demás lugares donde se llega cuando no hay comida en la casa, y por lo regular el puto menú infantil trae CHOCOMILK o cualquier otra mamada que viene acompañado con leche.

He de decir que cuando tomo la leche, es de manera ipsofacta que me doy cuenta que algo está mal, mis entrañas se empiezan a constipar (esa es la palabra) y de repente empiezan a escucharse unos sonidos de los cuales solamente uno es capaz de oirlos (¿cómo es eso? Ni idea, pero existe), resultando en una inminente carrera hasta el baño más cercano y su posterior racha de minutos agotados en los relojes digitales y análogos, diez, quince, veinte, los que sean necesarios como para sentirse capaz de dar un paso sin cagar una laguna de las ilusiones.

Mi señor padre, que aún vive, siempre me decia que yo podía controlar las horas en las que tenia que cagar, que todo era mental y no había problema una vez dominado mi organismo, lo que es verdad y no les engaño al decirselos es que ese autocontrol para defecar en casa, es directamente proporcional al olor de sus cagadas, de las cuales hasta yo me sentiría apenado, sino fuera yo claro está. Aunque ahora pensandolo bien, me estaba preparando para un futuro no muy lejano.

Por muchos años sucedió eso, hasta que un día, crecí y no pedí el bien amado chocomilk, comí todo cuanto había en el plato, incluso lo de mi madre, y en ningún momento sentí la necesidad de ir al baño, la cara de espanto de mi progenitora, conjugada con la de felicidad de mi padre, aún no la olvido.

Es por eso que ahora, si me aguanto hasta que llego a la casa, es por homenajear a mi señor padre, el cual me enseño que una buena cagada se disfruta más, siempre y cuando se tome uno el tiempo necesario para digerir y la colocación exacta del culo dentro del "toilet".

A todo esto, gracias papá.

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