jueves, septiembre 27, 2007

40 y 20

Ahora entiendo a José José... En serio, que lo entiendo, y es que en realidad me sentía un caballón, y a estas alturas del partido ya por lo menos sé como se hace y eso me daba más seguridad.

Desde el sábado de la semana pasada, estuve instalando unos videoproyectores en una preparatoria, teníamos acceso libre a casi todo (no imaginen mamadas por favor). El caso es que eramos 4 personas, dos dedicados a hacer el trabajo bajo las ordenes que yo gustosamente y atinadamente mandaba y otros dos que nos hacíamos atinadamente pendejos.

Desde el inicio se notaba una felicidad en mi rostro por haber llegado a venderle algo a la escuela que me dejo, mmm, me dejo, de hecho no me dejo mucho más que buenos amigos, partiendo de ese punto, lo demás viene guango. Buenas anécdotas de las cuales seguimos comentando, y lugares recónditos que no quedaron sin explorar. El recordar el mentado "manguito" donde pasábamos las horas entre clases, hasta que las viejas nos avisaban que llegaban los maestros, hasta el lugar donde hacíamos las competencias de quién se comía más panuchos aunque en eso se fuera el pasaje. Muchas, muchas cosas.

Y así sin más, cual si fuera una corriente de aire frio, un espasmo de un orgasmo, un calambre en una alberca, o una invasión a Irak, sentí el putazo del olor a "nuevo", sí, nuevo. Las lindas muchachitas (hay mojo viejo), que en ese centro se educaban, eran igual que como las recordaba yo en mis años mozos. Con su pelo suelto, con su faldita (que ahora son de cuadritos rojos) y con sus pechos en desarrollo, así exactamente era como recordaba cuando la melancolía nos alcanzaba.

Y lo que las niñas tienen de bonitas, siguen siendo igual de putas (ojo no todas, ya hubiera querido yo darle pa sus tunas a varias en mi época), pero solamente con la gente que es más grande, seguí diferenciando los grupitos: las de high, las nerds, las feas, y las que tienen novio, aunque logre detectar que en estos tiempos, podemos conformar un grupo con integrandes de los cuatro anteriores y coexistir.

Ganas no me faltaban de dejar tirado a la verga el trabajo y empezar a coquetear con las niñitas, pero por desgracia no estudié derecho y por eso estaba haciendo las instalaciones ahí. De haber llevado una impresora, hago un contrato donde ellas no puedan demandarme y me deslindaban de toda problematica que se presentara en su momento. Además que hubiera un apartado donde dijera que había sido por insistencia de ellas y donde peligraba mi vida sino lo hacía.

Al final, terminé el trabajo, de dos que tres miradas matadoras no pasó el desmadre y ahora esto esperando el día para ir a dejar mi factura jaja...

Que razón tenía José José cuando decía:

Es el amor, lo que importa y no, lo que diga la genteeeeeeeeeeeeeeeeee !!
cuarenta y veinteeeeee....

Fin

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