lunes, abril 03, 2006

Grupo

En una tarde de verano, dos compadres se encontraron, uno afligido comentaba acerca del ritmo de vida que tenia su hijo el mayor. El otro le dió la respuesta que buscaba, al fin de cuentas ¿para que son los compadres?

Juan Camilo, se me sale de la casa compadre, no pudo dormir con ese chamaco, no encuentro la manera de ponerlo en cintura, si le quito la tele, no reniega nada, pero al rato que voy a revisar el cuarto, ya no está, desaparece ¿Cómo lo hace? No lo sé, pero regresa a las 10, 11 de la mañana. Con que te diga que el otro día le encontré la camisa apestando a cigarro, creo que mi hijo fuma compadre. Pero al pobre ni le ha de alcanzar para comprar buenos cigarros, debe de fumar Tigres o Alitas, con eso que le reduje el gasto. Nada mas le doy 10 pesos diarios, que son para los viajes de ida y vuelta de la escuela en la combi.

Mis hermanas ya me tienen loco; ese chamaco -me dicen- ya no respeta nada ni a nadie, el jueves lo vi vestido con la misma ropa que llevaba el mertes por la tarde, sabrá dios donde se mete y tu Pompeyo, no haces nada por remediarlo.

En serio compadre, el otro día estaba yo hechandome unas cheves cuando de repente se sentó en la mesa conmigo, mis ojos se llenaron de lágrimas porque pense que iba a recapacitar, cuando el hijo de su puta madre me dice:
¡Viejo, no bebas esa mierda que te va a poner gordo, toma, chupa conmigo! Y va sacando una botella de coñac el muy cabrón. De no haber recibido el consejo antes que me saliera esa panza, lo hubiera alcanzado y dado una madriza al cabrón, pero hasta en eso me gana compadre, salto cual venado el sofá y me dejo atrás. Regresé y me chingué la botella solo, pa que aprendiera.

Juan Salvador por el contrario es diferente, este todavía cree en que si no le damos dinero es porque no se lava los dientes, pero entiende, no tengo problema alguno con él. Y cualquier cosita que se quiere poner loco, le decimos que los reyes magos no le van a traer nada y listo. Por suerte este cabrón todavía lo puedo amedrentar con Dios, que todo lo vé y se me aquieta.

¿Que puedo hacer compadre, Juan Camilo ya no cree en Dios, eso me pasa por haberle dado libros de psicología. Marx, Dante, Rius, Kafka, Nietzche, todos esos cabrones que me hecharon a perder a mi hijo. Y ya por eso lo de Jesús y la virgen Maria ya no existen, al contrario me contesta que ayer se aventó a una virgen y que ni Dios, ni Jesús se opusieron. Ya no se que hacer.

El compadre que durante toda la conversación había permanecido callado y asintiendo con la cabeza, a manera de tomar nota, deja su chela a un lado, baja los pies de la hamaca y empieza a recomendarlo.

Pompeyo, fijate que lo mismo me pasaba a mí con Apolinar, el muchacho, se tatuó todo el cuerpo, llegaba drogado, le robaba a la mamá dinero de la bolsa, no del mio, porque ni un quinto tengo ahora con esto del desempleo. Pero también me llegaba oliendo a mota, con porros semi-terminados, con estereos, teles y cámaras digitales a la casa. De todo compadre, incluso la junta de amigos esa que tenía, que parecia sacada de una pelicula mexicana, todos malos y jodidos.

Este tampoco creía en Dios y había dejado de llegar a Misa, inclusive ya estaba pervirtiendo a su hermano que tanto trabajo nos costó sacarlo adelante de su enfermedad.

-¿Que hiciste?
Preguntó Pompeyo

-Pues muy fácil. En una de esas, me encontré con un vendedor que todos los días me estaba chingando en la casa, vendía: controles remoto, enciclopedias, pases para Six Flags, en fín de todo y a todas horas llegaba a preguntarme si iba a querer algo.

Le dije que si era capaz de hacer que los vecinos de la casa de arriba dejaran de pelear, de 8 de la noche a 6 de la mañana, le iba a dar 200 pesos, que lo tomara como una primera prueba. Con toda su labia de merolico, a algún pendejo tendria que convencer.

Después -continuó el compadre- como los vecinos se callaron y hasta la fecha no nos han vuelto a molestar, les sugerí otros pendejos, tres borrachines que vivián donde el edificio, le dije que los convenciera de que barrieran las calles y sacrificaran a sus perros, que aqui entre nos compa, ya eran como 13 los animales y tenian un cagadero.

El primer día, dos se la pasaron limpiando la sangre de la matanza que habían hecho y el otro empezó a barrer las áreas verdes. Ahora ya son gente de bien.

Después se me ocurrió la brillante idea de darle una biblia, le propuse que la leyera y que empezara a pregonar la palabra del señor, le dije que era fundamental en el siguiente movimiento que el se dijera tocado por Dios, y así lo hizo. Por cada cabrón que me quitaba del paso, le tenia que dar 100 pesos, al paso del tiempo, era mucho dinero el que le había dado así que decidí hacer el paso final.

Le propuse que hiciera ceremonias en la casa los martes y jueves de 8 a 9 de la noche, además le dije que era indispensable que a los pendejos presentes, les pidiera el 10% de lo que ganaban para obras de caridad y manutención del Pastor, otrora Vendedor...

-Compadre, disculpe mi ignorancia, ¿qué es otrora?

-... Uh, hay Pompeyo, luego te explico. Como te decia, este cabrón que se llama Judas, por cierto, empezó a meter mucha gente, cada vez más y más, y le cedí el Lunes y Viernes también, total, los miercoles es el único día que juega la selección y ahi si le deje claro eso. En fín que del diezmo que empezamos a recolectar, logramos juntar para rentar el salón de fiestas que había en la esquina de la calle 10 y la 5, uno que nunca utilizaban.

De hecho hasta la palabra de Dios hizo que los fieles limpiaran el salón, aludiendo problemas de presupuesto. El hizo su parte y yo hize la mía, mandaba a muchos panchuelos, jefes y enemigos a las juntas cristianas, y fué así como decidí meter a mi hijo Apolinar ahí.

-¿Pero no es otro pendejo más?

-No compadre si viera usted como se ha puesto ese muchacho, ya recuperó peso, e inclusive hasta trabajo consiguió, claro que Judas le sigue cobrando el 10%, pero nada mas para que no se pierda la continuidad de la palabra de Dios y no pongan nada en tela de juicio, luego en un sobre me lo dá y yo se lo regreso a mi hijo, a manera de camisas y zapatitos.

-Orale compadre, pus así hasta a mi Juan Camilo voy a llevar...

-Llevelo, si le digo que Dios existe compadre, ahora, hechese otra cheve conmigo, venga...

-Salud pues compadrito.

Y así termino la conversación de los compadres que en una tarde de verano en la playa, lograron salvar al mundo una vez más.

De Juan Camilo, sabemos ahora que es un portentoso servidor público que trabaja de 8 de la mañana a 9 de la noche en una secretaría de Gobierno Estatal. Sus protestas contras las empresas cerveceras del país aún no han sido contestadas, pero el confía que con el poder de Dios, todo se solucione.

Fin.

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